Para el club de mis amores:
Hace más de 15 años vestí por primera vez tus colores y mas de 12 años lo hize como capitan,
fueron cinco minutos junto a mi primo aquella primera tarde en la cancha “Pichi Cautín”, cancha que
ya no existe. Jugué de lo que fuera, solo entendía que debía correr tras el
balón, cinco minutos, tan solo cinco minutos que bastaron para transformarse en
un amor para toda la vida. Ese fue mi primer amor en la vida, el amor por el
futbol y lo que lo rodea, amor que cobijé bajo tus colores y empapándome de
ellos fui avanzando en canchas de tierra, conociendo el triste sabor de la
derrota, pero con la inocencia a cuestas de que algún día las cosas podrían ser
diferentes. De esa forma aprendí a crecer, nos tocó vivir la parte difícil del
deporte, la de poca gloria deportiva y de mucho triunfo moral y a pesar de
tener todo para arrancar, fuimos varios los que logramos persistir, los que con
muy poco intentamos hacer posible, lo imposible; y debo decir con mucho orgullo
que por lo menos logramos avanzar y estar más cerca.
Podría recordar tantas historias en este momento, pero no
podría terminar jamás y es que en mi corazón están los trofeos más importantes
que guardo de este camino largo, todas aquellas historias que aun no siendo mías
las hice parte de mí, mi familia, mis amigos, mis equipos a los que dirigí, las
series en las que jugué, todo lo que pude crecer y todo lo que también perdí,
todas aquellas heridas acumuladas en el tiempo, ese tiempo que parece eterno
hasta que lo que nunca pensabas que podía pasar, termina pasando.
Hoy quisiera poder ayudarte más de lo que pude haber hecho,
pero siempre hice lo máximo que estuvo a mi alcance, lo pude haber hecho mejor,
es cierto, pude haberlo hecho mucho mejor, pero lo que hice, lo hice con el
corazón y nunca esperé nada a cambio. Dar es una de las formas en que creo que
uno puede ser feliz y yo le di a estos
colores todo lo que pude y en la medida de lo posible, por eso hoy sé que fui feliz,
que estos colores me hicieron conocer la felicidad.
Lo mejor que viví en el deporte, bueno y malo, lo viví en mi
casa. Hoy no te podría recriminar nada, los mejores recuerdos de mi vida deportiva
y porque no, de mi vida, transitan por este hogar, mi hogar y amparado en las
sonrisas pasajeras, en los momentos inolvidables, en las amistades que
permanecieron más allá de un balón de futbol, en los momentos de padre e hijo,
en los que compartí con mi familia y como en familia sin serlo, por los amigos
que me permitiste conocer y por las sensaciones que solo aquí encontré, porque
he estado lejos de casa y se con conocimiento propio que no hay mejor lugar que
nuestro propio hogar, ese lugar único, irrepetible que no encontré en ningún otro
espacio, ese que guarda el recuerdo de mi abuelo, de mis tíos, de la gente que quiso
a este club como mi padre, como mi primo, como mi amigo Diego, como Patricio y
como aquellos que aportaron su granito de arena no en lo material, si no en el corazón
y aprendieron a amarte de la misma manera en que yo te logré amar.
Hoy te hablo desde mi corazón, agradeciéndote cada tarde en
que pude estar contigo y poder conocer lo que se siente aferrar tu vida a dos
colores, el azul y el amarillo, esos colores que aprendí a amar desde mi
jardín, los colores de la que siempre será mi casa, mi club, mi querido
Millonarios.
Hasta pronto…
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