4/12/2011

| EL MEJOR GEN. |

Texto dedicado a la persona que me enseño el amor y el orgullo de vivir la pasión del futbol. Padre; este texto va por ti.

Miro aquellas fotos de tantos años atrás, por ahí me veo yo, pequeño, con el pelo largo, arrodillado a tu costado, tu con una cinta en el brazo izquierdo, dice “capitán”, una sana costumbre familiar al parecer. Yo sonrió para la posteridad y tu luces orgulloso la camiseta de en ese entonces, tu querido “San Antonio”. Ni siquiera lo recuerdo bien, debo haber tenido cuatro años y ya me enseñabas lo que se podía vivir a través de lo que la gente común llama “locura por una pelotita”, así aprendí a conocer esta pasión, que tu me traspasaste y que con los años hemos seguido compartiendo. Recuerdo que cuando tenía cinco años me llevabas al antiguo estadio German Becker, fuimos espectadores directos de grandes épocas del equipo de nuestra ciudad y por supuesto de aquellas jornadas mas grises, siempre a tu lado comiendo cualquier cosa, sentados en “andes” o en “pacifico”, pero siempre compañeros, fieles, compartiendo como padre e hijo. Mi mamá siempre cuenta aquella historia, cuando con solo cinco años me perdí en el estadio, por salir a la siga tuya cuando ibas a comprar a pesar de que me habías dicho “espérame en este mismo lugar, no te muevas de acá”; y termine con un carabinero llevándome a las casetas de comentadores para que anunciaran tu nombre por los altoparlantes; hay que bancarse un reto de mi mamá y te fuiste capaz de hacerlo solo por el hecho de enseñarme a amar lo que tú tanto amabas y eso siempre valdrá mas que cualquier cosa. Yo te acompañaba a todos tus partidos y al ir creciendo me empecé a juntar con los hijos de tus compañeros y como yo era el más pequeño, siempre me ubicaban al arco en los entretiempos de los partidos que tu jugabas, no se por qué pero eso me fue gustando, nunca me exigiste que fuera como tú, tu solo querías que yo fuera quien quisiera ser y se que más allá de eso solo el verme haciendo eso, era algo que te llenaba de orgullo. La navidad de 1994 me regalaste mi primer equipo, no tenia el número “9”, tampoco tenía el que tu usabas, pero tenia el “1”, una camiseta amarilla de el que en ese tiempo era una figura en Chile, Daniel Morón. La camiseta venia acompañada de unos guantes “Aris” tan “amateurs” que ahora me da risa, pero en ese tiempo alimentaron mis sueños y pavimentaron el camino que hoy transito y espero seguir transitándolo. Sigo mirando tus fotos, flaco, parado en la mitad de la cancha, te recuerdo con un gran cabezazo, técnico y con un gran remate de media distancia, tu siempre dices que fuiste del montón, que eras un jugador promedio, limitado, pero yo no lo creo, soy joven pero en el futbol no me vienen con cuentos, tuviste la posibilidad de jugar en grandes equipos y donde jugaste siempre fuiste un pilar fundamental. Siempre recriminas que yo puedo ser mucho mas de lo que tú fuiste, me dices que debo buscar otras oportunidades, que yo soy mucho más de lo que tú eras, pero me falta mucho para ganar la mitad de las cosas que tu ganaste, aun como tu dices “teniendo más condiciones de las que yo tuve”. Con dos operaciones en tus rodillas, las cosas cambiaron, ya no pudiste hacer más lo que tanto amabas, pero me tenias a mi, yo era tu orgullo, me acompañaste a todos lados, muchas veces incluso te reté por hablar mas de lo que debías, pero siempre estuviste y siempre has estado, eres mi primer defensor, el primero en sentir orgullo, a veces incluso crees mucho mas en mi de lo que yo puedo hacerlo. Los años han ido pasando, he visto tu cara sonriente después de tantas ocasiones, recuerdo aquel “esta fue tu tarde hijo” y cerraste todo con un abrazo que me hacia sentir el mas afortunado por que ese día mas que nunca sentí que lo que me habías enseñado a amar tanto, aquella tarde te lo enseñaba a amar yo. Salen y salen fotos, estamos cerca de navidad y quiero hacer un regalo que sea recordado en el tiempo, entonces junto todas aquellas fotos y hago un cuadro que recuerde lo mejor de ti. Entonces llega el momento de dártelo, me sentí mal, por que ese regalo opaco todos los restantes, me conversaste toda la noche, me nombraste a los jugadores, sus condiciones, “que este era extraordinario”, “que este era goleador”, que una cosa, que la otra, la felicidad del momento y es que una imagen “dicen”, siempre valdrá mas que mil palabras. Y ahí esta el “gatito” como te decían donde jugabas; y ahí estoy yo, ambos como siempre; juntos, recordando tantos momentos, todo gracias al futbol, al amateurismo, a la pasión que tú me traspasaste y es que siempre te estaré agradecido por lo que eres como Papá, como persona, y como profesional, por que eres mi orgullo y mi ejemplo a seguir en la vida, hoy este texto va por ti, por haber heredado el mejor de los dones y por poder decir que de todos los genes que me has entregado este es el mejor que pudiste darme. Gracias viejo, gracias por permitirme haber aprendido a sentir todo lo que se puede vivir a través de una cancha de futbol.


No hay comentarios.: